lunes, 29 de septiembre de 2025

 LAS RELACIONES SALUDABLES PUEDEN REDUCIR EL RIESGO DE DEPRESIÓN Y DETERIORO COGNITIVO

     Los vínculos afectivos sólidos actúan como un escudo biológico: reducen la carga del estrés, protegen la memoria y previenen el deterioro cognitivo.

     La dependencia emocional y la manipulación psicológica son factores invisibles que deterioran la autoestima, afectan la productividad y debilitan la adherencia a tratamientos médicos.

Cada vez más estudios científicos confirman que los vínculos humanos estables y empáticos no solo favorecen el bienestar emocional, sino que también desempeñan un rol clave en la protección del cerebro. Al estimular funciones cognitivas y amortiguar el impacto del estrés, las relaciones positivas contribuyen a prevenir trastornos neurológicos como la depresión y el deterioro cognitivo.

El psiquiatra Mateo Benítez, especialista en trastornos de la conducta del Hospital Infantil Universitario de San José, explica:



 “El cerebro responde a la interacción con los demás. Una sonrisa, una palabra de aliento o un gesto empático activan en nosotros emociones positivas que reducen el impacto del estrés. Cuando cuidamos nuestras relaciones, también cuidamos la salud de nuestro cerebro”.

La interacción social activa regiones cerebrales clave como el lóbulo frontal y la ínsula, además de involucrar las neuronas espejo, responsables de reconocer y reflejar emociones. Así, la empatía, el autocuidado y los vínculos de apoyo no solo generan bienestar emocional, sino que fortalecen la memoria y aumentan la llamada reserva cognitiva: la capacidad del cerebro para enfrentar el desgaste propio del envejecimiento y de enfermedades como el Alzheimer.

Sin embargo, no todos los vínculos aportan estos beneficios. La dependencia emocional representa un riesgo silencioso que puede deteriorar la autoestima y afectar la salud mental a largo plazo. Se manifiesta en conductas como el miedo excesivo al abandono, la necesidad constante de aprobación, el aislamiento de amigos y familiares, y la dificultad para tomar decisiones sin la pareja. Reconocer estas señales de forma temprana es fundamental para prevenir consecuencias más graves en la vida emocional y social de las personas.

La manipulación psicológica, una forma de violencia emocional, también representa un riesgo frecuente: restringe la autonomía, promueve el aislamiento y compromete el bienestar en ámbitos como el trabajo, la vida social y el seguimiento médico. Entre los comportamientos más comunes se encuentran:

     Ridiculizar o culpabilizar constantemente a la pareja.

     Control sobre amistades, tiempo o decisiones.

     Tomar la palabra y anular la voz del otro en espacios sociales o clínicos.

     Descalificación pública y restricción de autonomía personal.

Fortalecer la reserva cognitiva implica mantener el cerebro activo y resiliente frente al deterioro. Este proceso se potencia cuando la persona cultiva vínculos empáticos, realiza actividad física con regularidad, aprende nuevas habilidades o idiomas, y se integra en espacios sociales dinámicos.

Cuando las alternativas de apoyo emocional, redes sociales y tratamientos clínicos convencionales no son suficientes, la medicina explora opciones más complejas para los casos de depresión resistente. En ese contexto han surgido las cirugías de neuromodulación, que recientemente han generado atención en Colombia. Sin embargo, Benítez advierte que se trata de procedimientos aún muy limitados y de alto riesgo:

 “La psicocirugía no es nueva y ha avanzado gracias a la tecnología, pero sigue siendo un procedimiento invasivo, con complicaciones potenciales como sangrado, infecciones o lesiones cerebrales. Sólo se contempla en casos muy refractarios, cuando múltiples tratamientos han fallado. La evidencia científica sigue siendo insuficiente”.

Promover relaciones saludables no es un simple consejo de vida: es una inversión estratégica en salud pública. El Hospital Infantil Universitario de San José recuerda que cada vínculo basado en respeto, empatía y apoyo mutuo contribuye a reducir la carga de enfermedades mentales, proteger el cerebro y garantizar comunidades más resilientes. Cuidar la forma en que nos relacionamos es una herramienta poderosa para construir sociedades más sanas, seguras y emocionalmente sostenibles.

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